diciembre 08, 2013

Plaquetas caprichosas

Una frase clásica en el mundo de la cirugía dice que 'todo sangrado se detiene'. Después de mi última guardia finalmente entendí toda la gama de significados que este dicho posee.

El primer caso de la noche fue Juan, un joven de 20 años a quien habían operado de urgencia por una hernia inguinal y ahora presentaba un hematoma (acumulación de sangre) en el sitio de la herida, seguramente porque algún vaso pequeño continuaba sangrando. Decidimos pasarlo al quirófano para explorar la herida, y después de retirar todos los coágulos que había acumulado no pudimos encontrar la fuente del sangrado. Ni un vaso, ni una mancha, ni una gota, las plaquetas de Juan finalmente habían decidido ponerse a trabajar, así que las dejamos solas y mandamos a Juan de vuelta a su cuarto con la herida suturada nuevamente. 

Horas después quien ingresó a quirófano fue Pedro, quien doblaba la edad a nuestro paciente anterior. Pedro fue traído al hospital después de un accidente automovilístico que destruyó la mitad de su coche, llegó al servicio de urgencias inestable y con datos de sangrado dentro del abdomen, así que fue llevado rápidamente a la sala de operaciones. Con el bisturí en mano el cirujano tardó segundos en abrir el abdomen y encontrar justamente la situación opuesta a la de Juan, un mar se sangre con pocos coágulos e indicios prácticamente nulos de que el sangrado, cortesía de un hígado reventado, fuera a detenerse espontáneamente. Con este panorama sombrío al frente se optó por 'empaquetar' el abdomen de Pedro, es decir, colocar muchas compresas apretadas alrededor del sitio de sangrado y esperar que la presión de las mismas avivara a las plaquetas y les permitiera empezar a trabajar. Para su desgracia esto no sucedió, y la hemorragia continuó hasta que no quedaba más sangre que vertir. 

Todo sangrado se detiene, pero no todos lo hacen en la forma en que queremos.


* Los nombres e historias fueron modificados ligeramente para respetar la privacidad de los pacientes.

abril 28, 2013

Cabeza fría, corazón latiendo

At cardiac arrest, the first procedure is to take your own pulse.
Todos lo hemos visto en la tele: alguien cae en paro e inmediatamente el protagonista comienza a dar compresiones (mal dadas) mientras grita Don't you dare die on me!, dos segundos después el paciente sale del paro y se levanta como si nada hubiera pasado. Fin.
En la vida real los paros cardiorrespiratorios son menos románticos, en muchas ocasiones no muy aparatosos, pero siempre, SIEMPRE, te ponen los pelos de punta. 
El de los pelos parados fui yo hace unos tres días. Guardia normal, sin muchos sobresaltos. Viejita en la cama X conectada a un ventilador, vamos a revisarla y ¡BOOM! cae en paro. Inesperado y súbito. Después de unos segundos de incredulidad se comienzan a mover los engranes del ACLS en el fondo de mi cabeza y en menos de lo que dices 'no mames qué pasó?' empezamos con las compresiones. Dos minutos, cambio, aparecen los acordeones en mis manos, una sola persona se dedica a dar indicaciones y todo empieza a llevarse a cabo en forma sistemática, siguiendo el algoritmo sin problemas. Unos minutos después la paciente recupera el pulso. 
Éxito para el equipo. 
Pero, ¿a qué se debió el éxito? No me cabe duda que a dos puntos clave. El primero fue el haber
mantenido la cabeza fría durante todo el procedimiento, nada de gritos, correr ni sentirse Clark Kent, cada quien estaba enfocado en su tarea y la llevó a cabo sin trastabillar. El segundo fue el orden, estar familiarizado con los algoritmos y conocer la forma en la que se tienen que llevar a cabo cada una de las maniobras permite funcionar como una máquina perfectamente sincronizada, sin dudas ni tropiezos.
La moraleja: Repasen su ACLS y siempre tengan a la mano sus acordeones, la evidencia ha demostrado que es mucho mejor sacar las tarjetitas y resolver cualquier duda leyéndolas que sacándose la información de la manga (uno termina armando desastres como los que me tocó ver en cierto hospital por el que roté en el internado). Así es como se salvan vidas, no gritando Don't you dare die on me!

"Toma el bisturí"

Es una guardia como cualquier otra. Entras a quirófano, te lavas las manos, la instrumentista te ayuda a vestirte, acomodas los campos estériles y te colocas a un lado de la mesa. Algo curioso pasa después, la instrumentista pasa el escalpelo para dar por iniciada la cirugía y tu adscrito de pronto dice "toma el bisturí". 
Felicidades, este es tu bautizo como cirujano.