Parecía mucho tiempo pero finalmente se nos terminaron los 365 días del internado, ése año tan maravilloso de la escuela de medicina que gracias a Dios sólo se tiene que vivir una vez. Fue un año lleno de experiencias y contrastes, donde realmente aprendí el significado de ser médico y a actuar como tal.
El mío fue un internado sui generis, me tocó rotar por 7 hospitales distintos, corriendo al siguiente cada vez que empezaba a sentirme cómodo en alguno. En todos y cada uno de ellos pude relacionarme con gente interesante, trabajadora y dispuesta a enseñarme a ser doctor, afinando mi ojo clínico y aprendiendo a usar las herramientas que el trabajo amerita. Sirva este post de agradecimiento a todos los residentes con los que me topé en las guardias y me enseñaron tanto: Idún, Copado, Rubén, Kalach y Luis Espino.
Si tuviera que sacar un balance al estilo ingresos y egresos quedaría así:
- Ingresos/Ganancias: muchísima información médica (estoy en el cénit de los conocimietos de medicina general), nuevas amistades (pregunten al Houston team), poder permanecer despierto y funcional por más de 30 horas continuas, adquirir manitas (sondas, muestras y suturas a mi!), la capacidad de dormir en cualquier posición, unas ojeras marca diablo, aprender que México es mucho más que mi burbuja, definir mi inclinación por lo quirúrgico, empezar a desarrollar mi lado docente, perder el miedo a dar un diagnóstico y proponer el tratamiento necesario, entender que no hay nada más peligroso que un ignorante que cree que lo sabe todo, y finalmente me llevo el saber que la medicina no es incompatible con la vida social y familiar.
- Egresos/Pérdidas: Un noviazgo, un estetoscopio, mi ciclo circadiano, pensar que sólo en la UP se forman buenos médicos, creer que los hospitales reales son como los de la tele y hasta cierto punto parte de mi inocencia al tener gente muriendo frente a mis ojos y saberme impotente ante ello.
Dentro de todo es un balance muy positivo, se termina un año lleno de anécdotas que me harán mirar hacia atrás y esbozar una sonrisa mientras recuerdo las consultas del Pediátrico de Coyoacán. Ahora sólo queda prepararse para lo que viene: el año de servicio social, ya les contaré cómo me va.