agosto 20, 2011
¿Pero querías estudiar medicina no?
agosto 12, 2011
Llegar a Clínicas
Por Diego J. Aguilar
Aún no comprendo cómo es que tuve la buena fortuna de decidirme a estudiar Medicina. Estando en la secundaria, me surgió la idea vaga de dedicarme a ello, pero la descarté rápidamente. Ya durante la preparatoria, siendo sinceros, ni siquiera disfruté mucho la materia de Educación para la Salud, pero por otro lado Biología fue de mis grandes pasiones; sin embargo las Humanidades siempre las tuve en muy alta estima y la idea de una vida profesional alejada de las relaciones humanas simplemente no la visualizaba –ni hoy en día lo hago. Llegó Area 2, y, honestamente, siempre hay dudas. ¿Es lo mío? ¿Realmente quiero dedicar mi vida a estudiar enfermedades, tratar con enfermos, vivir en un hospital? Me decidí realizando un acto de fe e investigué, apliqué examen y me inscribí en la carrera más maravillosa, noble, recompensante, interesante, demandante e inspiradora que existe. Por lo menos para mí. Aunque esto lo he ido descubriendo a lo largo de estos escasos dos años de contacto que he tenido con la Medicina.
Escuché una vez por ahí que las profesiones para las que más vocación se necesitan son tres: médico, maestro y cura. Según yo tenía vocación. La verdad de las cosas, y esto lo sé ahora, es que nunca sabes del todo a qué te estás inscribiendo. Pero la sorpresa es parte de la belleza y es algo que caracteriza a esta carrera.
Y bueno, Clínicas. Todos sabemos que es la primera meta a mediano plazo para el Estudiante de Medicina. Después de tomar la decisión, aplicas el examen, haces entrevistas, ansiedad. Mucha ansiedad. Te avisan que puedes ir a recoger los resultados y, en el momento que eres aceptado, mueres por vestirte de blanco e ir al hospital a tomar laboratorios, ir respondiendo preguntas del médico adscrito por los pasillos, mientras observas críticamente la tomografía y concluyes un diagnóstico (o la variante del parto, de la neurocirugía, de la sala de urgencias o del psicoanálisis para las respectivas especialidades con la que los nuevos medicoblastos sueñan).
Ahora bien, eso de llegar a las materias clínicas, lo primero que aprendes es que te lo tienes que ganar. ¿Cómo? Llegar a ese sueño de ser partícipe, por lo menos pasivamente, de esas situaciones cuesta bastante. En mi experiencia que, estoy seguro, no ha de ser muy diferente a la de otros estudiantes, por lo menos de nuestra Universidad, dicho costo se traduce en 2 años de grandes esfuerzos. No podría decir que han sido fáciles, sin embargo no se me han hecho pesados. Al contrario, estoy seguro de que son de los años que más he aprovechado hasta ahora. Ser estudiante de medicina implica desarrollar una madurez precoz en comparación con otras personas de tu edad (después, parece ser que te alcanzan y te pasan y tus amigos se casan y tienen hijitos antes que tú). La responsabilidad es mayor, por lo menos. Pero también hay una infinidad de anécdotas y momentos simbólicos que se disfrutan y recuerdan con nostalgia: el premédico con los casos clínicos del Dr. Portes y la Dra. Robredo, el primer día de anfiteatro, el primer parcial de anatomía y los dibujos del Dr. Ullán, las desveladas en grupo para los exámenes finales, el final de neuroanatomía, las clases del Dr. Gamba, la Ceremonia de la Bata, el primer día de rotación de Propedéutica, en fin. Podríamos (y deberíamos) hacer un libro mencionando momentos parecidos y a todo esto se le debe de agregar necesariamente las excelentes amistades y hermandades generadas con el maravilloso grupo con el que convives por lo menos 6 años de tu vida.
Estos dos años fueron de gran aprendizaje, esfuerzo, dedicación y desgaste para prepararnos y, de alguna forma, merecernos el privilegio que implica ir a las rotaciones clínicas. ¿Por qué privilegio? Es evidente diría yo. Los pacientes tienen la amabilidad de abrirnos su intimidad y permitirnos inquirir sobre su vida con preguntas necesariamente incómodas, interrumpir su reposo e invadir su espacio personal, todo esto, para nuestro beneficio y aprendizaje. Además, algo que muy frecuentemente se olvida, tanto por estudiantes como por profesionales, es que el paciente está enfermo y está en una situación incómoda en la cual, por lo general, preferiría no estar.
A lo que voy con todo esto es simple, aunque quizás es difícil de acometer. ¿Cómo es que nosotros como estudiantes podemos regresar este favor a los pacientes? Es decir, como coloquialmente decimos, los pacientes “se rifan por el equipo” y nos dejan interrogarlos, explorarlos y marearlos por decimonovena vez en la semana, a pesar de que no se sienten del todo bien y sabiendo además, que dichas molestias no tendrán relación con su atención médica. Digo, siempre por educación se dan las gracias y se trata respetuosamente al paciente pero ¿es suficiente? Yo creo que no. Por otro lado, resultaría incómodo, comprometedor y banal colmar con regalos al paciente. Quizás algo que podría ayudar mucho sería entonces hacer que pase un buen momento; sin embargo, difícilmente un paciente va a establecer una relación más que casual con un estudiante que, exagerando mucho, estará 1 mes rotando en el servicio médico en el que se encuentra el paciente y muy probablemente le dedicará menos de 1 hora para realizar, en el mejor de los casos, una buena historia clínica enfocada a su padecimiento. ¿Qué hacer entonces, si es que tenemos un poquito más de conciencia y valoramos el esfuerzo y nobleza del paciente?
Hace no mucho reflexioné justamente en ello. En qué representa el aporte de los pacientes hacia la sociedad. Finalmente ellos están recibiendo un servicio y la Medicina, como bien se sabe, se aprende en los pacientes, no en los libros. Pero justamente ahí es dónde encontré una respuesta. Como lo dije anteriormente, el paciente se está rifando por el equipo, pero no sólo por el equipo de rotación, sino por todo el equipo, por cada una de las personas que son susceptibles a enfermarse –todas. Con esos 30 minutos que nos dedica el paciente a que nosotros aprendamos de él, de su padecimiento, de su sufrimiento, es como la Medicina funciona, al ir educando a las nuevas generaciones de profesionales de la salud. Nosotros como estudiantes tenemos el compromiso de regresarle el favor a la sociedad, dado que es una decisión que tomamos voluntariamente, tenemos la responsabilidad de tener una preparación adecuada para el manejo consciente e integral de los pacientes que en un futuro estén a nuestro cargo. La única manera que tenemos a nuestro alcance ahora para ir regresando poco a poco estos incontables favores que nos han dado los pacientes es mediante la dedicación que merece nuestra carrera.
Cuando preguntan por qué estudio medicina siempre respondo cosas diferentes, creo yo porque tengo múltiples motivos. Los que son constantes son mi gusto por el funcionamiento y disfuncionamiento de el cuerpo humano, mi fascinación por el aprendizaje y el cultivo intelectual que requiere el estudio y, aunque pocas veces lo digo, por mi interés en ayudar a la gente. Además, claramente, de que busco mucho las relaciones humanas que son abundantes en la carrera, así como las oportunidades de viajar y conocer otras culturas y el constante compromiso que existe del médico por permanecer actualizado con la comunidad científica. La necesidad de crecer culturalmente y por la figura de respeto y sabiduría que el médico representa. Finalmente, la necesidad del profesional de la salud en la actualidad es el desarrollo de la alta especialidad, lo que me da una oportunidad de desarrollar mis habilidades al máximo y, creo yo, aprovechar las cualidades que tengo al acoplarlas con una profesión de servicio.
Todo esto se ve muy lejos ahorita que soy estudiante e, invariablemente surge en mí la misma pregunta: si yo estoy aquí, estudiando, porque quiero poder ayudar a la gente de cualquier fórma ¿cómo puedo empezar a ayudar desde ahora? La respuesta, felizmente me llegó hace no mucho, aunque evidentemente fue una revelación. Es decir, no sólo tengo que estudiar para conseguir mis metas, no se puede ser tan egoísta. El estudio es la única manera que tenemos los estudiantes para ayudar a los pacientes que nos ayudan a nosotros. Que su esfuerzo haya valido la pena y que en un futuro nos acordemos de Don José y que su soplo representa tal entidad patológica. No tirar por la borda las incomodidades que les hacemos pasar a los pacientes y a los Médicos Residentes y Médicos Adscritos que nos tienen que estar pastoreando y aguantando además de la infinidad de tareas que tienen asignadas. Este es el objetivo que me he planteado para las rotaciones clínicas y en general para el resto de la carrera. Es un principio de vida.
Todo este discurso es algo bien sabido, que muchas veces nos repiten pero que, ahora lo sé, hace falta que lo asimilemos y que lo apliquemos en nuestra vida estudiantil. Nosotros que estamos en cursos superiores tenemos la responsabilidad de animar a los alumnos en cursos básicos para que estudien, y los alumnos por arriba de nosotros la tienen con nosotros.
Me emociona pensar en lo que viene, pero me emociona más estar justo en donde estoy ahora, con la cantidad de contactos que tenemos los estudiantes con la infinidad de especialidades que tiene la Medicina. Es a mi parecer uno de los mayores atractivos de la carrera de medicina: podemos experimentar una gran gama de opciones por breves períodos de tiempo. Parafraseando a un doctor del que recientemente, además de Medicina, aprendí varios aspectos de la vida como médico: “Ser estudiante en un hospital es como ir a un parque de diversiones, si te organizas puedes visitar todos o una buena cantidad de juegos y así poder decidir cuál te gusta más, para quedarte en él el resto de tu vida”.
Cómo sobrevivir a la escuela de medicina?!
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