enero 19, 2011

Préstamos de Corazón

Claudia Arroyo MIP2

Voy a compartirles una entrada de mi blog personal acerca del mismo transplante que vio y narró Guillermo en la entrada anterior de este blog. No es tan romántica, tampoco es académica, sin embargo la voy a compartir porque como dijo Guillermo, asombrarse a veces deja de ocurrir en medicina.

Desde que empecé a estudiar medicina le he tenido miedo al corazón. La cardiología siempre me costó demasiado trabajo. Pero eso cambió después de Chicago y un mes en el servicio de Cardiología. Ahora empiezo a sentir una fascinación por el corazón que no entiendo muy bien. Me intriga. 

Veamos. El corazón es símbolo de nobleza, de pureza, de esencia humana, originario de los sentimientos, el nido del alma. Pero, seamos honestos, fisiológicamente, el corazón no es ni la cuna del alma ni el motor de los sentimientos, solamente impulsa la sangre para que pueda viajar por el cuerpo. Es un músculo cubierto de grasa y ya. 

Sin embargo, el corazón sí responde a los estímulos, se puede sentir claramente su golpeteo contra las costillas si estamos nerviosos o si vemos a la persona que nos quita el sueño. ¿Cuántas veces no nos han roto el corazón? Y aún así seguimos viviendo. El problema llega cuando el corazón se descompone de verdad, cuando algo falla anatómica o fisiológica y el corazón anidado en nuestro pecho empieza a ser incapaz de mantenernos con vida. 

Pero no se preocupen, para eso están los médicos. Los internistas y los cirujanos, para diagnosticar, tratar y posiblemente curar. ¿Está roto? No importa. Se puede suturar, o engrapar, es más, en esta época podemos pedirle a alguien que ya no quiera usar su corazón que nos lo regale. "Vamos, se altruista, regálame tu corazón, tu ya no lo vas a usar y el mío no funciona muy bien."

Hoy al llegar al hospital me encontré con una cirugía extremadamente aburrida que acabaría a lo mucho a las 9 am y el resto del horario de un día festivo del cual yo no tenía conocimiento. Me dispuse a explorar el pizarrón de cirugías y encontré algo que no podía ser posible: “Heart, Kidney, Liver transplant”. Debía ver esa cirugía. 

Le hablé a Memo que está rotando en ese servicio y confirmó que habría un transplante, aparentemente primero harían el de corazón y Memo traía el corazón en una hielera en su mano. 

Cuando terminó mi endoscopía, pedí permiso y corrí a ver el transplante. Me encanta que los quirófanos tengan cámaras en las lámparas que muestran toda la cirugía. 

El tórax del paciente estaba abierto completamente y estaban quitando el corazón. Me enteré de que esa misma mañana habían hecho el transplante de corazón y el corazón no funcionó, por lo que lo quitaron y pusieron otro. ¿Cuáles son las probabilidades de conseguir dos corazones para una persona sin que salga del quirófano? 

Quitaron el corazón y dejaron la raíz de la aorta, las pulmonares y las aurículas. La sangre pasaba de la VCS y la VCI a la bomba de circulación extracorpórea que tenía demasiadas mangueras que pasaban por una membrana - el pulmón ficticio - y regresaba al cuerpo del paciente por la aorta. Estuvo cerca de 5 horas conectado a la circulación extracorpórea. 

En eso grita la instrumentista (en español y todo): EL CORAZÓN!

Y bajo ese comando sacaron el corazón de una hielera, lo enjuagaron en solución y lo pusieron en el hueco que había en el tórax del paciente. 

He de confesar que ver un cuerpo sin corazón aún vivo, alimentado por una máquina, me dejó una sensación de no - sé - qué. 

Suturaron las cavidades cardiacas y los vasos para formar una nueva unidad de bombeo en el paciente, un órgano nuevo que le daría oportunidad de vivir por más tiempo aunque alguien haya decidido regalárselo porque ya no lo iba a necesitar. 

Desfibrilaron el corazón que empezó a latir irregularmente. Fue como estar en una película de Frankenstein. Una pequeña descarga eléctrica y el pedazo de carne que había salido de una hielera empezó a latir lentamente.

Al principio eran latidos lentos y desorganizados, el ritmo lo llevaba el ventrículo y el monitor mostraba complejos QRS amplios sin onda P. Lentamente fue organizándose bajo las instrucciones del anestesiólogo que lo ayudaba con medicamentos y después de casi una hora obtuvieron un ritmo sinusal con frecuencia de 105 lpm y una TA de 110/78 (cuando había estado en 38/20). 

Poco a poco fueron regresando la sangre a su cuerpo y rellenándolo y al fin aproximaron los bordes de la herida. En la pantalla solo se veían las pinzas de piel y campo aproximando una parte distal de la herida de la toracotomía, parecía una boca que escupía sangre después de cada latido. 

Esperaron un buen rato a que el paciente estuviera hemodinámicamente estable e hicieron un surgete continuo sin cerrar el esternón. Creo que eso lo harán mañana. No podía creer que abajo de esa piel y ese nylon estaba el órgano que acababan de regalarle al paciente, un órgano que hace menos de doce horas había mantenido con vida a alguien más y que ahora estaría destinado a trabajar eternamente en otro cuerpo. 

¿Qué habrá sentido este paciente de tener que esperar a que alguien sano muera por algún accidente y que sus cirujanos lleguen a tiempo como para convencer a la familia de que done los órganos para alguien más? 

Sé que es algo noble, pero no puedo quitar la imagen de los transplantólogos como buitres, al acecho de cualquier accidente, peleándose por ver quién se queda con qué parte del cuerpo. 

Y a todo esto, ¿el alma a dónde va? ¿O dónde se queda? 

¿Sentirá algo el paciente cuando despierte? ¿Se sentirá él mismo o sentirá que tiene algo ajeno, algo demasiado personal de alguien más? ¿Cuántos amores y desamores le habrán transferido sin querer?

En fin. Esta es la ventaja de la medicina moderna. Tener un corazón roto no es impedimento, para eso están los médicos, todo se arregla, y sino, pedimos uno prestado.

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